Misiones: Preocupación por intentos de suicidios y autoagresión en jóvenes

Las tasas de mortalidad por suicidios en este mismo año aumentaron respecto al año 2022 en Misiones. Y afectan principalmente a los grupos más jóvenes.

En números absolutos ocurrieron 131 muertes por esta causa en el año 2023

El suicidio es un problema de salud pública de grandes magnitudes. De acuerdo con un estudio presentado por UNICEF Argentina en 2019, los casos de suicidio en la adolescencia se triplicaron en los últimos 30 años. En Misiones, la cantidad de intentos de suicidios en adolescentes enciende alertas, y un dato preocupante que se desprende del tema es que la edad de los pacientes atendidos es cada vez más baja.

Las tasas de mortalidad por suicidios en este mismo año aumentaron respecto al año 2022 en Misiones. Y afectan principalmente a los grupos más jóvenes. En números absolutos ocurrieron 131 muertes por esta causa en el año 2023. Donde 78,63% son varones y el porcentaje restante corresponde a mujeres. Los suicidios representan el 22,82% de las muertes por causas externas en la provincia.

“El rango está entre los 12 y los 19 o 20 años, aunque puede haber personas más grandes también. Esto es lo que vemos en las guardias de los hospitales a raíz de los intentos de autoagresión”, señaló el ministro de Salud Pública de la provincia, Héctor González, en diálogo con Radioactiva. “El número de suicidios es alarmante, pero también tenemos que ver cómo trabajamos en la prevención y en el manejo para contar con un equipo de atención rápida ante diferentes cuestiones”, agregó.

Sus declaraciones fueron hechas luego de que el gobernador, Hugo Passalacqua, revelara que hay un intento de suicidio cada dos días, en el marco de la apertura del 52° período de sesiones ordinarias de la Cámara de Representantes de Misiones. “Silenciar este tema no es la opción más responsable porque nos dificulta a reconocer señales de alerta, promueve el estigma y hace que las personas con ideas suicidas piensen que no deben hablar de ello, o que nadie las ayudará”, advirtió Natalia Falcone, Licenciada en Psicología (MP 165) y Presidente de la Fundación Tenondé.

En conversación con El Territorio, indicó que es habitual observar conductas de autolesión sin intencionalidad suicida en la etapa de la adolescencia. “En estos casos, se busca regular las emociones que causan un malestar intolerable. Otras veces la función de esa conducta es enviar un pedido de ayuda al entorno, de manera poco eficaz y con más problemas que soluciones. Por último, se busca escapar de alguna circunstancia que se considera irresoluble y genera un dolor intolerable; casos en los que las consecuencias son más graves porque efectivamente pueden llevar a la muerte de la persona”, explicó.

“Al pensar en suicidio, la persona no quiere morir, sino dejar de sufrir. En este contexto, el suicidio se comprende como una estrategia de afrontamiento ante ese sufrimiento. Sin embargo, esta es una estrategia radical que trae dos problemas muy graves: no hay vuelta atrás, y genera un gran dolor en los sobrevivientes de pérdida por suicidio”, remarcó.

A su vez, puso el foco en que el acto de suicidio no debe asociarse solo a una causa, dado que los factores que influyen son múltiples. “Los factores de riesgo abarcan aspectos individuales relacionados con la salud mental, la falta de tolerancia a la frustración, el consumo de sustancias y las vivencias traumáticas, entre otras. Hay factores familiares, relacionados con las vivencias en los vínculos más cercanos donde inciden de manera negativa las relaciones en las que existe violencia, conflicto o desorganización familiar”, dijo.

También mencionó los factores institucionales, relacionados con las instituciones desorganizadas con un marcado clima de violencia, maltrato, falta de contención y vulnerabilidad de derechos, y los factores comunitarios o sociales, que implican la falta de acceso a la salud, a la educación, al trabajo y a la vivienda, que ocurren en entornos conflictivos en los que existe la exclusión y la discriminación.

“Aunque tanto varones como mujeres pueden experimentar pensamientos y comportamientos suicidas, los hombres tienen tasas más altas de suicidio consumado, mientras que las mujeres tienen tasas más altas de intentos de suicidio. Esto puede deberse a una variedad de factores”, subrayó la psicóloga. “Los varones suelen elegir métodos más letales, con lo que más frecuentemente terminan en la muerte. Por otro lado, existe un estigma con respecto a la salud mental y al hecho de pedir ayuda asociado a la debilidad y a la falta de fortaleza, que puede llevar a los varones a enmascarar el malestar. Otro factor que puede influir es la escasa o casi nula relación de los adolescentes varones con los servicios de salud”, analizó.

Asimismo, hizo hincapié en que el mayor riesgo después de un intento suicida se da durante el primer año, y es especialmente serio cuando el método utilizado fue violento. Entre los signos a estar alerta, enlistó: Cambios en el estado de ánimo, sobre todo tristeza, irritabilidad o indiferencia; signos de depresión o ausencia de interés por actividades que antes sí lo generaban; ansiedad remarcada o agitación inusual; falta de control emocional; comunicaciones en las que la idea de la muerte inesperada, en cualquiera de sus formas, aparezca (“el día que ya no esté”, “cuando todo haya terminado”); abuso de medicación o de sustancias tóxicas; desesperanza y apatía por la vida y las cosas que antes le gustaban; necesidad de “finalizar” asuntos, regalando cosas personales o despidiéndose; cambios notables en los hábitos de sueño; presencia de armas, medicación o utensilios potencialmente dañinos; previa ocurrencia de intentos de suicidio.

En este marco, tuvo en cuenta que las conclusiones del estudio ‘Suicidio en la adolescencia. Situación en la Argentina’, presentado por UNICEF en 2019, incluían otros factores que pueden precipitar a la decisión de quitarse la vida. La ausencia de personas significativas o instituciones que puedan contener, sostener, proteger y acompañar a los adolescentes en su desarrollo psicosocial, las dificultades para cumplir con los estándares sociales aceptados al momento de atravesar la transición de la juventud a la adultez, el padecimiento mental no atendido, y el abuso sexual, son algunos de los mencionados.

“Los aprendizajes de los niños y adolescentes dependen de una familia percibida y de una comunidad de pertenencia. Las  posibilidades de construir una niñez y adolescencia saludables están en manos de los adultos con los que crecen”, recalcó la especialista. “Los jóvenes deben desarrollarse en un contexto donde los adultos ponen el cuerpo, en un espacio cuidado, con tolerancia y vínculos estables porque esto nos humaniza volviéndonos empáticos y resilientes”, concluyó.

Fuente: El Territorio

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