La gestión ambiental argentina es un desastre se mire por donde se mire

 

¿Sabías que la Argentina estableció una nueva marca en la destrucción del ambiente en el año 2022 y después del 24 de junio ya está consumiendo más recursos naturales de los que puede reponer en el año?

El sentido común indica que un país como el nuestro, con su densidad poblacional relativamente pequeña y siendo uno de los que más recursos naturales tiene por habitante, este momento debería llegar más tarde que en otros desarrollados, más densamente poblados y con menos recursos naturales disponibles; sin embargo, no ha sido así, hemos alcanzado este triste récord un mes antes que el promedio global.

¿Qué hemos hecho para ser testigos de semejante default ambiental? ¿Comprendemos lo que esto significa? Hemos abusado descontroladamente de una inigualable dotación de recursos y eso ni siquiera se traduce en un desarrollo material o un alivio en la situación económica; por el contrario, la ausencia de responsabilidad ambiental, encabezada por un Estado nacional voraz y parasitario, nos ha llevado a un punto en el que, cuanto más producimos, más problemas creamos y más hipotecamos nuestro futuro. ¡Una verdadera locura!

Insisto, la destrucción ambiental en Argentina, no solo no representa más crecimiento, sino por el contrario, somos el país que menos ha crecido en la región y nuestro PBI es apenas 1,8% mayor al de hace diez años. ¡Un desastre lo mires por donde lo mires!

Puede que estos escenarios de degradación hoy no estén bien contabilizados en el balance general, pero en algún momento habrá que remediar las consecuencias del fracking, la minería a gran escala, el exceso de agroquímicos, la falta de tratamiento de efluentes, la corrupción en la inspección de las industrias, la mala gestión de la basura…

No se trata de una cuestión ideológica, mucho menos de una amenaza al sector productivo, más bien referimos a la imperiosa necesidad de recuperar el sentido común, el instinto de autopreservación y el respeto por nosotros mismos.

Como empresarios, como productores y como ciudadanos tenemos una responsabilidad y clamo para que la ejerzamos con mucha fuerza y con independencia de lo que ocurra a nuestro alrededor; sin embargo, es el Estado quien fija el marco en el que actuamos y realmente la clase política argentina no reflexiona ni planifica, por el contrario, actúa impulsivamente y respondiendo a las urgencias sin visión estratégica.

Para que esto cambie nuestra responsabilidad es convertirnos en ciudadanos más exigentes y demandar eficacia a nuestras administraciones. ¡El desafío es estimulante y está lleno de oportunidades para crear bienestar y riqueza! Muchas de ellas requieren una planificación que nunca llega y un tiempo de maduración que solo queda en nuestra idea de lo que podría haber sido posible, acumulando frustración tras frustración.

Hasta hace unos años, todavía era aceptable percibir una contradicción entre el progreso productivo y el cuidado del medio ambiente, sin embargo, con los conocimientos y recursos disponibles en la actualidad, usándolos con sabiduría, la prosperidad económica empatiza perfectamente con la regeneración ambiental. ¡No hay excusas!

No perdamos un minuto más y actuemos, aunque sea asumiendo nuestra pequeña parte; simultáneamente, seamos activistas de las buenas ideas y valores, para que, más vale antes que después, se conviertan en un piso ético infranqueable que eleve la vara de nuestro comportamiento colectivo.   

Pablo de la Iglesia

(*) Pablo de la Iglesia es escritor especializado en temas de salud; se interesa cívicamente en una ética de la polis, en especial en las asignaturas de medio ambiente, la incorporación de la medicina natural a las políticas sanitarias y una mirada espiritual de la vida. Es coautor del libro “Espiritualidad y Política” (Kairos), junto a Ken WilberLeonardo BoffErvin LazlóAntoni Gutiérrez RubíFederico Mayor Zaragoza, entre otros.

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