Fascina a los jóvenes a través del despliegue en las redes sociales. Es un movimiento intolerante, acuerdista y que propone un plan económico de alto riesgo para el país.

La amenaza del liberalismo populista

HA SURGIDO UN MODELO DE LIDERAZGO QUE CHOCA CON LAS IDEAS DE LA LIBERTAD


Por Alfredo Bernardi

El liberalismo se desarrolló y se difundió con fuerza a fines del siglo XVIII. No hubieran existido la Revolución Norteamericana, la Revolución Francesa y nuestras independencias americanas sin Voltaire, Rousseau y tantos otros pensadores que lo propendieron.

Fue un soplo de aire fresco frente al autoritarismo, a la escolástica, a la confesionalidad del Estado, a la idea de la divinidad de los reyes y a los privilegios de la nobleza, concepciones de la Edad Media y del Absolutismo.

Abrió puertas en defensa de la libertad del individuo y la igualdad ante la ley estableciendo que el pueblo es la única fuente de poder y origen de toda autoridad. Estableció los derechos del hombre y de la propiedad, las libertades de asociación, de culto y de comercio y el Estado laico. Durante los siglos siguientes las ideas del liberalismo se fortalecieron dando lugar a muchos gobiernos sustentados en su doctrina.

Hubo activistas políticos que consideraron erróneamente que esos gobiernos respetuosos de la ley y las libertades carecían de la energía suficiente o eran débiles frente a la inquietud social. Otros, con nostalgia de privilegios perdidos, adhirieron al cuestionamiento del liberalismo blandiendo sus propias motivaciones. Entre éstos la Iglesia, su adversaria natural.

El fascismo y el comunismo, férreos opositores del liberalismo y defensores de la presencia del Estado en casi todo proyecto social, económico y político, se apoderaron del gobierno en muchos países que se habían desarrollado con iniciativa privada y el modelo capitalista sumiéndolos en la opresión y la tiranía, provocando guerras y culpando al liberalismo de errores que, si los hubo, no supieron corregir y, más aún, empeoraron bañándolos con sangre bélica en aras de las ideas corporativistas del fascismo o las soviéticas del comunismo.

Cada vez que pudo la Iglesia condenó al liberalismo, que la había desplazado privilegiando la razón, el laicismo y combatiendo todo autoritarismo proveniente de cuestiones de la fe. Otras religiones en Occidente y Oriente también desconfiaron del liberalismo por su respeto a las libertades individuales ante imposiciones de dogmas de fe.

EL CASO ARGENTINO

La Confederación Argentina, luego República Argentina, nació liberal con la Constitución de 1853/60. Luego de un par de décadas de guerras internas y con el Paraguay, poco a poco se fue delineando un perfil nacional con hitos tales como la federalización de Buenos Aires en 1880.

Comenzó un proyecto virtuoso que duró unos cincuenta años. Aun con diferencias entre ellos, cuatro gigantes lo idearon y llevaron a cabo: Alberdi, Mitre, Sarmiento y Roca, acompañados de políticos tales como Avellaneda o Pellegrini.

Argentina nunca más tuvo estadistas de esa talla. En realidad, Argentina nunca más tuvo estadistas. La crisis mundial de 1929 desafió al exitoso modelo agroexportador y fomentó la aparición de expresiones políticas adversas al liberalismo adheridas a los nacionalismos prevalecientes en el mundo en esos momentos.

Jamás nuestro país volvió a ser lo que fue. Numerosas estadísticas y estudios socioeconómicos lo confirman. Voces que claman que en esos años exitosos había bolsones de pobreza extrema son las mismas que hoy ocultan la pavorosa pobreza actual luego de décadas de políticas estatistas asfixiantes. No hubo lugar para el liberalismo desde entonces. Los llamados neoliberalismos fueron proyectos de cierta índole tecnocrática que no necesariamente seguían los principios la doctrina liberal.

¿Hasta aquí hay algún indicio que el liberalismo tenga sesgo de soberbia, autoritarismo o malos modales? ¿O más bien todo lo contrario?

ACTUALIDAD

En los últimos tiempos apareció intempestivamente un proyecto liberal con connotaciones particulares. De innegable raigambre liberal, su éxito se debe fundamentalmente a un tipo de liderazgo y a una estrategia comunicacional poco vistos en nuestros políticos liberales.

Se ha formado una relación directa líder-seguidores en actos políticos multitudinarios plenos de gritos, ademanes, provocaciones, agravios y alusiones a la formación de una nueva grieta (nosotros los nuevos y ustedes la vieja casta) que agradaría más a seguidores de las teorías de Ernesto Laclau que a nuestros padres liberales de la Organización Nacional.

Se atribuye nuestra decadencia nacional a una casta descripta según conviene al relato. La búsqueda de un culpable incluye a toda la clase política sin distinción. Se puede coincidir en que la mayoría de nuestros políticos han sido decadentes, corruptos e ineficaces. Pero no están solos. Por ejemplo, la casta sindical, corresponsable del fracaso argentino junto con los pésimos políticos, aparece sin culpa.

Se olvida o se desconoce que los sindicatos manejan fondos públicos (las Obras Sociales) de los que deben rendir precisa cuenta al Estado. Por el contrario, han sido fuente de enriquecimiento de muchos líderes sindicales inescrupulosos a lo largo de decenas de años de dudosa administración de sus organizaciones. ¿Es cosa de ellos? Extraña también la falta de apoyo en comicios provinciales. A pesar del caudal de votos presente en el orden nacional, este liberalismo tiene muy pocos en los órdenes provincial y municipal. Se trata de un liderazgo que agita a la sociedad -sobre todo a los jóvenes- con escasa compañía política para ocupar cargos electivos ajenos a los votos que cosecha en comicios nacionales.

Como consecuencia no hay suficientes fiscales de mesa, no se elegirán suficientes intendentes, concejales, diputados y senadores. ¿Cómo arreglarlo? ¡Pues buscándolos en la odiada casta! Y no serán los mejores, que ya tienen otro lugar asegurado. Serán los descastados de la casta, por donde pasa la ambulancia para recoger heridos.

Todo se complementa con la ayuda del oficialismo deseoso de perjudicar a su oposición histórica que, de ganar, posiblemente investigará a fondo al actual gobierno. ¿Un pacto con adoradores del Estado, colectivistas, socialistas y con sindicalistas eternos? Oxímoron que sólo podría explicar este liberalismo. Entre populistas se entienden.

Lo más grave es que sus revolucionarias propuestas económicas son cuestionadas por una enorme mayoría de economistas. No importa. Son fracasados que no tienen razón. Ignorantes de otra época. Si no puedo convencer, grito, agravio.

La justicia indica que para una dolarización completa habría que modificar la Constitución. Además (art. 75 inc. 6), corresponde al Congreso establecer y reglamentar un Banco Federal con facultad de emitir moneda, así como otros Bancos nacionales. ¿Aprovechamos y modificamos todo?

Los países que no tienen Banco Central o que han dolarizado para depender de la Reserva Federal de Estados Unidos son muy pocos y en general muy pequeños. La historia del Banco Central para preservar la moneda ha sido calamitosa. No obstante, aun países latinoamericanos de gran inestabilidad política han logrado conservar exitosamente el valor de su moneda. Nos queda la opción de conducirlo bien modificando la legislación o cambiar la Constitución. Para este tipo de cambios se necesita un gran consenso nacional. No basta con las ideas de un economista.

En cuanto al marketing comunicacional han operado con gran difusión en redes y medios televisivos. Multitud de jóvenes convencidos las avasallan. Llaman la atención los rasgos de soberbia e intolerancia ante preguntas difíciles de periodistas avezados. Exclamaciones, desprecio hacia quienes los critican, intentos de dejar fuera de juego al entrevistador, respuestas con repreguntas. Así peligran muchos reportajes donde el periodista debe extremar su prudencia para evitar una secuencia interminable de exabruptos.

No exploremos declaraciones del pasado reciente porque son tendenciosas y la gente puede cambiar, pero si conviene se puede citar el pasado lejano de cualquier adversario sin inmutarse. Aunque a veces también con explosivos comentarios. Una incoherencia conveniente.

Alarman respuestas donde no se contesta con claridad la creencia en la democracia. Siempre dando la impresión de que la absoluta verdad está de un solo lado y que los demás son necios. ¿Hay algo menos afín con el liberalismo? El liberal-populismo, acusador de castas con un sólo ojo pero acusado de acuerdista con la casta que aborrece, intolerante, promotor de reformas económicas de gran riesgo, de recepción apasionada en jóvenes y otros electores que se aferran como tabla de salvación desilusionados con nuestra decadencia, podría llegar a gobernarnos próximamente.

En ese caso, esperemos que la cercanía del poder vaya atenuando el tono de sus declaraciones e introduzca una luz de realismo para encarar las reformas que el país imprescindiblemente necesita.

Fuente: La Prensa

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