¿Dolarizar o cambiar la política económica?

La consecuencia inicial de este proceso supuesto de dolarización sería inmensamente más grave que cualquier nivel inflacionario que soporte el pueblo argentino.

Por Luis Lafferriere *  Paraná 6/8/2023

Por qué se habla de dolarizar

La mayoría de los argentinos vienen sufriendo desde hace años un grave problema por el aumento sostenido y generalizado de los precios de los bienes y servicios necesarios para sus vidas. Es lo que se llama la inflación.

Ante ese aumento desmedido y cada año más elevado, los ingresos de la mayoría no alcanzan a compensarlo y se van deteriorando, y alcanzan cada vez menos para adquirir lo necesario para satisfacer sus necesidades. Son muchos millones los consumidores, trabajadores, jubilados, empleados, amas de casa, desocupados, etc, que sufren por ese problema.

Eso provoca un daño en sus condiciones de supervivencia, ya que esos millones de personas deben privarse diariamente de muchas cosas indispensables, incluso hasta de los alimentos, por el encarecimiento constante que tiene la mayor parte de los bienes y servicios.

Como una supuesta solución, algunos comenzaron a proponer la dolarización de la economía, que consistiría en reemplazar los pesos (que se van deteriorando a causa de la inflación), por una moneda de valor estable como es el dólar. En teoría, el precio en dólares de los bienes y servicios necesarios se mantendría sin variantes, y se protegería de esa manera el poder adquisitivo de la población. Ya no habría inflación.

¿Así de simple y fácil será esta supuesta solución?

Lamentablemente eso es una promesa ilusoria y una falsa solución al problema de la pérdida del poder adquisitivo de las mayorías. Todo lo contrario, sería como tirarle al que se está ahogando un salvavidas de plomo.

Para comenzar, dolarizar significa primero sustituir todos los pesos que están en circulación, por esa moneda que será usada en adelante como medio de cambio. Es decir, se cobrarían los ingresos en dólares y se compraría en dólares lo que se necesite para vivir. Todo estaría valorado en el mercado en esa moneda.

Claro, ¿pero de dónde salen los dólares que reemplazarían a los pesos que están en circulación? ¿Cuántos dólares nos darían por esos pesos que tenemos o que vamos a cobrar a fin de mes?

Ahí viene el primer gran problema: en estos momentos el Estado, a través del Banco Central (institución oficial encargada de emitir los pesos en circulación y abastecer de los dólares en la economía argentina) no posee prácticamente dólares en sus reservas.

Si tomáramos como información hipotética los dólares que se podrían llegar a conseguir en el corto plazo (por saldo favorable de nuestro comercio exterior o por endeudamiento), habría que determinar cuál es el valor de cada dólar dividiendo los pesos en circulación por los dólares que hubiese conseguido y tenga en existencia el Estado argentino. Desde ya que de ser factible la cantidad de dólares a conseguir, sería una cantidad bastante limitada.

El resultado del cambio de moneda implicaría que el valor del dólar para cambiar por los pesos en circulación alcanzaría una cifra exorbitante. Estaríamos hablando de un dólar de más de diez mil pesos (o quizás muy por encima de esa cifra).

Con ese valor de conversión, cualquiera de los ingresos en pesos de la gran mayoría de los argentinos se reduciría en forma drástica, es decir, tendrían una caída brutal. Y con los escasos dólares que recibiría cada persona, tendría infinitas dificultades para adquirir los bienes y servicios indispensables.

Basta con ver que hoy el dólar blue supera los $550.- y todos se alarman, como para imaginar qué pasaría si ese valor estuviera en $ 10.000.- o más aún.

El impacto negativo sobre las condiciones de ingreso y de vida de las decenas de millones de argentinos afectados alcanzaría niveles alarmantes. La consecuencia inicial de este proceso supuesto de dolarización sería inmensamente más grave que cualquier nivel inflacionario que soporte el pueblo argentino. ¿Por qué?

Porque el nuevo escenario sería de precios estables en dólares que nadie tendría disponibles en cantidad suficiente como para adquirir lo básico para su vida. Para dar un ejemplo hipotético, con un dólar a diez mil pesos, el que cobraba 150 mil pesos mensuales sólo cobraría 15 dólares, suma irrisoria que no permitiría sobrevivir ni un día.

Pero la odisea no termina acá, sino que recién comienza…

Supongamos que en el nuevo escenario ya están los dólares como único dinero y medio de cambio. Todos pagan y todos cobran en esa moneda. Pero además de que los ingresos de la inmensa mayoría de la población no alcanzarían para satisfacer sus mínimas necesidades, otras dificultades acecharían gravemente la situación económica y social.

Hipótesis de continuidad del déficit fiscal

Por un lado, el Estado tiene sobre sus espaldas la responsabilidad de cumplir con una serie de funciones, que necesitan financiarse con recursos tributarios. Qué pasaría en la segura eventualidad de que los ingresos por esa vía no alcancen a cubrir los gastos necesarios (sueldos de empleados, haberes de jubilados, pago  proveedores, etc.).

En tal caso el Estado no podría emitir ni pesos ni dólares para cubrir el déficit, como sí sucede hoy (que emite pesos), y también ha sucedido durante la mayor parte de la historia de las finanzas públicas en la Argentina.

Entonces, qué?

O el Estado deja de pagar sus obligaciones, lo que generaría un clima de masivas e imparables manifestaciones de protestas. O se acude en la búsqueda de un mayor endeudamiento en dólares, lo cual parece cada vez más difícil y a costa de crecientes entregas de nuestra soberanía y partes del territorio. O, con más tiempo de demora, se siguen ajustando los gastos hacia abajo (como lo viene haciendo ahora el gobierno), reduciendo salarios reales y achicando los haberes de los jubilados, junto a la disminución de la ayuda social.

La primera alternativa (dejar de pagar) llevaría a que millones y millones de personas dejen de recibir aunque sea un ingreso miserable y no puedan llegar a satisfacer las necesidades más básicas y esenciales. Además, dejarían de funcionar normalmente los servicios que presta el Estado, como la salud pública, la educación pública, la justicia, la seguridad, etc.

Esto por otro lado tendría un efecto desfavorable sobre la actividad económica (al haber menos consumo y menos inversión del estado), que llevaría a una profunda recesión con el impacto multiplicador negativo que implicaría.

La segunda alternativa (mayor endeudamiento) no sería fácil de lograr, ya que cada vez aumenta más la deuda pública externa, y cada vez es más difícil acceder a esos fondos. En todo caso, si llegara algún auxilio sería circunstancial y a costa de ceder más soberanía y más riquezas de nuestro territorio, pero sin ninguna perspectiva futura. Y quienes nos presten en esas condiciones tomarían directamente el mando del país (como lo está haciendo hoy en parte el FMI) e impondrían directamente sus intereses por encima del interés de la población y de la Nación.

La tercera alternativa, es una salida más diplomática, una forma de muerte lenta, de manera que los millones de víctima que soporten esa baja sistemática de sus ingresos, se vayan adaptando a un estatus de creciente pobreza e indigencia, pero que no se den cuenta de manera tan evidente de lo que están soportando.

Hipótesis de escasez creciente de dólares

Por otro lado, la cantidad de dólares que circulen en nuestra economía serían fundamentales para que se mantenga la actividad económica, ya que la cantidad de los medios de cambio disponibles guardan una relación directa con las ventas y la demanda global.

Claro que esa cantidad de dólares podría disminuir por varias causas, entre otras un resultado desfavorable de la balanza comercial, si las importaciones superaran a las exportaciones.

En este caso ello implicaría una menor cantidad de dólares circulando internamente, y ese achicamiento de la cantidad de dinero (en dólares) provocaría un menor nivel de actividad económica (menor demanda global, menores ventas) con peligrosos efectos recesivos que no podría resolver el Estado apelando a una política monetaria o fiscal expansiva.

Y en la realidad de la economía argentina, la cantidad de dólares circulando internamente seguramente disminuiría más aún de manera casi perpetua, no por el déficit de la balanza comercial, sino por los mismos motivos que hoy los dólares casi han desaparecido. Se trata de un proceso permanente de saqueo y fuga de capitales por parte de sectores poderosos, a través de pago de intereses de una deuda fraudulenta a acreedores usureros, de remesa de ganancias de las grandes corporaciones extranjeras que actúan en nuestro territorio, y de la transferencia al exterior de la renta de los grandes grupos económicos.

Estos sectores son los más concentrados y poderosos dentro de la economía del país, y captan la mayor parte del excedente generado por el trabajo de los argentinos y de las riquezas de nuestro territorio. Pero ganan en pesos, y para poder trasladarlos al exterior deben comprar dólares.

Por esa razón los dólares nunca son suficientes para satisfacer la voracidad sin límites de ese capital insaciable, a pesar de que la Argentina ha venido generando a lo largo de este siglo una balanza comercial favorable por más de doscientos mil millones de dólares. Y sólo entre los años 2019 y 2022 ese superávit fue de más de cincuenta mil millones de dólares (sin embargo nuestras reservas de divisas están vacías).

Como una eventual dolarización no cambiaría para nada esta estructura concentrada y dependiente, ni quitaría el poder de los sectores económicos dominantes, gran parte de los dólares se continuarían yendo al exterior, con las nefastas consecuencias que implicarían para el conjunto de los argentinos, para la economía nacional y para los intereses de la Nación.

En resumen, lo que corresponde es comenzar haciendo un diagnóstico correcto acerca de las causas de la inflación, que en la Argentina se vinculan a la devaluación del peso respecto del dólar, proceso que a su vez es provocado por la escasez periódica de esa moneda, tan demandada por los sectores económicos más poderosos del país para llevar los frutos de su saqueo al exterior.

En tanto y en cuando no se aborden los cambios necesarios con políticas económicas adecuadas para comenzar a construir otro modelo de economía y de sociedad que priorice la vida y el ambiente, y defienda los intereses soberanos de la Nación, sólo es de esperar que suceda más de lo mismo o peor de lo mismo. Está en la propia sociedad, que con su protagonismo asuma el compromiso histórico de luchar con un mundo mejor para todos, respetando el ambiente para que también puedan disfrutarlo las futuras generaciones.

(*) Profesor universitario de economía política – Impulsor de la cátedra libre “Por una nueva economía, humana y sustentable”.

Fm del Este 100.5

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