Viernes Santo – Un Corazón Agradecido por la Cruz

El Día del Amor Inmenso
Hoy, Viernes Santo, el mundo se detiene para contemplar la cruz. No es solo un símbolo, sino el testimonio vivo del amor más grande que jamás haya existido: el amor de Jesús, que se entregó hasta la última gota de su sangre por nuestra salvación. En este día sagrado, nuestro corazón se llena de gratitud, de silencio y de una esperanza que trasciende el dolor.
El Viernes Santo no es solo un día de luto, sino también de profunda reflexión. En la cruz, Jesús cargó con nuestras culpas, nuestras heridas, nuestro pecado. Él, el Hijo de Dios, se hizo humano para abrazarnos en nuestra fragilidad y redimirnos con su sacrificio. Cada clavo, cada espina, cada latigazo fue un “te amo” escrito con su vida para cada uno de nosotros.

Un Viaje al Pie de la Cruz
Imagina por un momento que estás al pie de la cruz. El cielo se ha oscurecido, el silencio es abrumador, y allí, frente a ti, está Jesús, con los brazos abiertos, entregándose por amor. ¿Qué le dirías? ¿Cómo le agradecerías? Este Viernes Santo, te invitamos a cerrar los ojos y acercarte a Él con el corazón. Deja que su sacrificio toque tu alma, que su amor te envuelva, que su perdón te renueve.
En este día, recordamos las palabras de Juan 15:13: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.” Jesús no solo dio su vida por sus amigos, sino por toda la humanidad, por ti, por mí, por aquellos que aún no lo conocen. Su cruz es el puente que nos lleva de la muerte a la vida, del pecado a la gracia, de la desesperanza a la promesa de la resurrección.

Oración de Agradecimiento a Jesús
Querido Jesús,
Hoy, en este Viernes Santo, mi corazón se postra ante tu cruz con un amor inmenso y una gratitud que no cabe en palabras. Gracias por tu entrega, por cargar con mis culpas, por amarme incluso cuando no lo merezco. Cada herida tuya es un recordatorio de cuánto valgo para ti, y cada gota de tu sangre es una promesa de vida eterna.
Gracias, Señor, por no apartarte, por no rendirte, por elegir la cruz para salvarme. En tu sacrificio encuentro mi esperanza, en tu dolor mi sanación, en tu amor mi propósito. Ayúdame a vivir cada día con la valentía de llevar mi propia cruz, siguiendo tus pasos, amando como tú amas.
Hoy te digo con todo mi ser: Gracias, Jesús, por tu cruz. Gracias por mi salvación. Amén.
La cruz no es el final, sino el comienzo de nuestra redención. Mientras contemplamos el sacrificio de hoy, mantengamos la mirada en la promesa del Domingo de Resurrección. Porque Él vive, nosotros también viviremos.
FM del Este 100.5
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