“Un poco de memoria de los últimos veinte años”
El lector se refiere a las elecciones y cuestiona los últimos gobiernos, y hace un paseo por la vereda de la corrupción K. EL COMENTARIO DEL EDITOR. La Argentina, mágica y endemoniada.
EL Caso Antonini, Báez y Hotesur, Los Cuadernos de las coimas, la Tragedia de Once, los bolsos de López, Nisman, la fiesta clandestina de Alberto F., Boudou, Chocolate Rigau, Insaurralde, Y la pobreza en la Argentina.
Esto de la democracia tiene truco, ¿sabe? Porque podemos pasarnos mil cuatrocientos cincuenta y ocho días señalando la inacción, los errores, la incapacidad y hasta la hijoputez de los políticos que dirigen nuestra sociedad, pero resulta que hay dos días en los que nos toca seleccionar a estos distinguidos conciudadanos. Así es. Es usted, mi amigo, quien tiene la difícil e ingrata tarea de enterarse quién es cada uno de los candidatos, qué propone, cómo lo propone y qué antecedentes lo avalan o cuáles lo inhabilitan.
Una especie de entrevista de trabajo, pero a través de un tortuoso camino adoquinado con mentiras, publicidad engañosa, falsa emotividad y pura demagogia. Un asco, ¿verdad? Si es que casi dan ganas de vivir en una apacible dictadura, en la que no haya nada que pensar y nos permita disfrutar de simpáticos videítos de TikTok.
Pero supongamos que esto de las dictaduras no le convence; bien porque sabe de sus inconvenientes, bien porque escuchó de casualidad a un streamer hablar de un tal Videla, su vecino Pinochet y la afición por esconder gente que compartían, o porque vio un documental sobre un par de bajitos con bigotito y un amigo calvo que les iba la onda fascistona y salir en las pelis de la II Guerra, o porque le suena un georgiano entusiasta del color rojo y los Gulag, o bien porque simplemente le da fiaca andar cambiando de sistema de gobierno. Supongamos, también, que no está muy conforme con cómo van las cosas, o que está bastante fastidiado con el último empleado de la Casa Rosada. ¿Sabe qué? Tiene que ir a votar.
Y para ello puede tomarse las molestias antes mencionadas o puede elegir al que le caiga más simpático, al más gracioso, al que se vista mejor, al que tenga la pareja más atractiva o al que cumpla con el requisito más intrascendente que se le ocurra. También puede guiarse por las promesas; y estas suelen ser de lo más variadas: hay promesas hermosas e idílicas, casi milagrosas, promesas de cambio -estilo alcohólico arrepentido-, promesas incumplibles, delirantes, peligrosas y promesas mesuradas, razonables, pero poco seductoras. O, aunque más no sea, puede hacer un poco de memoria de lo que ha visto durante los últimos 20 años. Y, si me permite, me he tomado la libertad de hacerle una pequeña antología de recuerdos.
Acuérdese del caso Skanska, de Antonini Wilson y su valija 790 kilos; de la máquina de los billetes del Amado vicepresidente; de los retoños Máximo y Florencia y sus primeros pasitos en Hotesur de la mano del tío Lázaro. Acuérdese de Jaimito, pero no el de los chistes, sino del de las 52 vidas de la Tragedia de Once; de Hernán -me quiero ir- Lorenzino; de “la 125”, de Aníbal y la efedrina y de Centeno, sus cuadernos y las cometas.
Acuérdese de López, los bolsos y las monjitas; de la Ruta del dinero, las cajas fuertes, el éxtasis y de él. Acuérdese del adoctrinamiento en las aulas, de la profesora desequilibrada gritando soflamas oficialistas a sus alumnos, de la oda al “gran capitán” Insfrán; la toma de jura a Ferraresi y del escupidero público sobre fotos de periodistas interpretados por niños. Acuérdese del aumento de la violencia y el delito, de Morena Domínguez, de la liberación indiscriminada de presos en pandemia, de los narcos asolando Rosario; de Cecilia Strzyzowski, el clan Sena y Capitanich, y del superagente Berni chapoteando en la sangre de Nisman.
Acuérdese del “pelotudo” de Oscar, del “hdp de Massa” que “había que embocar” y del “salí a matarla” para Stolbizer. Acuérdese del vacunatorio VIP, de la festichola del presidente Fernández y de la negativa a la vacuna Pfizer que hubiese salvado miles de vidas. Acuérdese de la inflación de tres dígitos, de la emisión descontrolada; del yate de Insaurralde y de las tarjetas de “Chocolate”.
Acuérdese de que los últimos 20 años se hizo cierto la letra que cantaba un guatemalteco, que decía: “Que aquí no es bueno el que ayuda, sino el que no jode”.
Javier Calles-Hourclé / DOCTOR EN CIENCIA Y TECNOLOGÍA DE MATERIALES, UNIVERSIDAD NACIONAL DEL SUR / VALLADOLID, ESPAÑA. / javier@calleshourcle.com
EL COMENTARIO DEL EDITOR
Por César Dossi
La Argentina, mágica y endemoniada
Estamos ante una Argentina que nos trajo donde estamos porque es lo que se eligió. Y parte de una sociedad se planta desencantada ante la escasez de virtudes de la clase dirigente, y otra vez está entre las cuerdas: votar más de lo mismo, o saltar al vacío con los ojos cerrados y rogar que abajo haya la suficiente cantidad de agua para que cuando lleguemos y nos sumerjamos en lo que quedó del país, podamos salir a flote. Si damos vuelta este concepto, el salto al vacío también podría representar más de lo mismo. Como guste.
La otra parte de la sociedad no parecería desmotivarse ante los índices de pobreza, la inflación, la inseguridad, falta de insumos médicos, suba del dólar, el alquiler. Entre esa epifanía sobrenatural y la resignación eterna, entre Tik Tok y X (ex Twitter), sobre ese paño electoral gelatinoso es que el país vuelve a tirar los dados. Para cualquiera de las dos alternativas que se proclamen el 19-N, cuando nos encontremos flotando después del gran salto ornamental que ensayemos frente al mundo como gran jurado, en este juego olímpico de la política, estimado lector, no me afloje. Levante las velas y como sea, siga la corriente que lo lleve a tierra.
No haga como Jack (Leonardo DiCaprio) en Titanic que se vio dominado y se dejó hundir, porque ya todos sabemos que en el pedazo de madera que flotaba con Rose (Kate Winslet) había lugar para los dos.
Es verdad lo que dice el lector Calles-Hourclé, la corrupción está y sigue haciendo una carnicería silenciosa, como la de Martín Insaurralde por poner un ejemplo; perversa como la fiesta de Alberto Fernández cuando todos se morían en pandemia y depredadora como la política económica del Gobierno. Así, los políticos amalgaman la épica y se perfilan por los canales de TV, regalando ilusiones a costa de una sociedad hambrienta de esperanzas.
El país está ahí, mágico y endemoniado, nos mira de frente y, como de costumbre, espera. Algunos volverán con la pala en la mano, y otros volverán a abusar de ello. Como siempre, … la Argentina.
Fuente: Clarin
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