Muñoz Pérez: “Los mexicanos no escondemos la muerte; honramos la memoria y los legados de quienes ya partieron”

El Día de Muertos tiene lugar en distintos países y con diferentes rituales los días 1 y 2 de noviembre.

En otras culturas puede parecerles extraño que una festividad dedicada a los muertos sea una celebración alegre, pero “es una combinación entre la veneración a los difuntos con cierta burla a la muerte misma, por eso para nosotros es una celebración colorida de la vida” dijo a AIM Mario Francisco Muñoz Pérez, mexicano que reside en Rosario hace ya 15 años.

El Día de Muertos, para los mexicanos, es una fiesta en la cual quienes asisten recuerdan a aquellos que han fallecido. Tiene lugar el día 1 y 2 de noviembre. No sólo se celebra en México, sino en diferentes países latinoamericanos y europeos con diferentes costumbres populares de cada lugar.



En el caso de México, “la tradición incluye la construcción de altares en las casas, donde en modo familiar honramos a nuestros familiares muertos e invitamos a sus almas a entrar en nuestras viviendas, a acompañarnos”, comentó, “allí colocamos calaveras de azúcar, flores de colores vivos y calacas, estas son figuras de calaveras o de esqueletos usadas como adornos en estas celebraciones”. Además, explicó Mario a esta Agencia, “visitamos las tumbas en los cementerios, las limpiamos y decoramos con ofrendas, les llevamos alimentos a nuestros finaditos y comemos juntos a ellos. Los mexicanos no escondemos la muerte, sino que honramos la memoria y los legados de quienes ya partieron”.

Sobre las calaveras de azúcar, explicó Muñoz Pérez que son “dulces típicos elaborados con azúcar pura de caña, aunque en la actualidad también se utilizan chocolates y amaranto para hacerlas”.

Los comienzos de esta celebración pueden remontarse a los festivales aztecas dedicados a la diosa Mictecacihuatl, “era la reina del inframundo y la llamaban Dama de la Muerte”, explicó y agregó que por esto: “La celebración en la actualidad de esta fiesta aúna esas antiguas tradiciones prehispánicas que se basaban en la naturaleza con los ritos católicos del Día de Todos los Santos y el Día de Todos los Muertos, por las almas que se encuentran aún en el purgatorio”.


Esta combinación entre ambas creencias, comenzó en México después de la llegada de Hernán Cortés en 1519 y se fue consolidando cuando el catolicismo se fue convirtiendo en la religión predominante en el territorio azteca. Ya a mediados del siglo XVIII, las celebraciones del Día de Muertos en México eran muy similares a las de la actualidad.

Mario Francisco compartió con esta Agencia un texto del escritor mexicano Octavio Paz que explica acabadamente el sentir del pueblo azteca con relación al Día de Muertos: “la palabra muerte no se pronuncia en Nueva York, París o Londres porque quema los labios. Los mexicanos en cambio están familiarizados con la muerte, hacen bromas sobre ella, la acarician, duermen con ella y la celebran; es uno de los juguetes preferidos y su más firme amor… La muerte no se esconde…”.

En su casa en Rosario, Mario Francisco también tiene un altar preparado para celebrar esta fiesta de la vida junto a sus queridos difuntos, “compartiremos guacamoles, tacos, calaveras de azúcar y compartiremos con mis niños historias sobre nuestros antepasados para honrar sus memorias, sus vidas y las nuestras”, concluyó.

Fuente: De la Redacción de AIM

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