Muchos se preguntan si Argentina puede realmente salir de su decadencia
El análisis económico de la semana, de la mano de Manuel Adorni.
Por Manuel Adorni
El estado de abandono de Argentina es brutal. Ya no solo los indicadores son preocupantes sino que aquello que se avizora en el horizonte parece ser por lo menos confuso y difícil de visualizar.
La pobreza oscila su punto estructural más complicado. Hoy cerca del 45% del país se encuentra por debajo de la línea de pobreza, algo así como 20 millones de argentinos (los que equivalen a toda la población de Chile, a tres veces la de Paraguay y a seis veces la de Uruguay). Además de esto, 4 de esos 20 millones son indigentes, lo que implica que algo más del 8% de la población no se alimenta como debe.
La línea de pobreza e indigencia no son la única medida a tener en cuenta cuando se analizan las condiciones de vida de la población. Un cuarto de la población no cuenta con las condiciones edilicias básicas: faltan cloacas, gas de red y agua potable en buena parte del país.
La decadencia va mucho más allá de lo elemental. La falta de educación y los problemas de acceso a la salud son temas que en algún momento no se discutían y hoy son un claro ejemplo de lo alejada que ha quedado la Argentina de otros tiempos. En algún momento fuimos la envidia del mundo en materia educativa, hoy nos desmoronamos en los rankings internacionales de educación, los sindicatos deciden qué días los chicos van a clase y que días no, los maestros cobran miserias y el adoctrinamiento en las aulas son parte del paisaje cotidiano por el que nadie parece estar demasiado preocupado.
La inflación es el centro del debate actual. El índice de precios se escapa de cualquier imaginación y nos rememoran al final de los años 80. Un 115,2% de inflación implica un nivel de destrucción de los precios que implica la dificultad proyectar, de concretar negocios y hasta de estimar escenarios para evaluar inversiones. El descontrol de precios afecta al que menos tiene y empuja día a día a cada vez más gente por debajo de la línea de pobreza. Solo en el último año se estiman 2.000.000 de nuevos pobres, a razón de 20 pobres nuevos por minuto, algo así como un nuevo pobre cada tres segundos. La inflación resiente el crecimiento y precariza la economía. Argentina se encuentra inmersa en la inflación desde la derogación de la Ley de Convertibilidad allá por el año 2002: más de 20 años con inflación ininterrumpida. Desde aquel tiempo a hoy la inflación acumulada es de más de 31.000%
El salario y los trabajadores son otras dos claras víctimas de la crónica decadencia argentina. El salario promedio en dólares es hoy una cuarta parte de lo que era éste a mediados de los años 90. En los últimos 20 años el salario perdió un 20% de poder de compra y aquellos trabajadores que se encuentran en la informalidad han perdido cerca del 30% del poder adquisitivo. Además se calcula que uno de cada tres trabajadores formales es pobre y aún no lo sabe.
El número de empresas se ha reducido considerablemente, la presión impositiva se ha duplicado en lo que va del siglo 21, el Estado de ha agrandado a niveles insostenibles, las empresas públicas no detienen sus déficit (que ya se estiman en 6.000 millones de dólares anuales) y el asistencialismo se ha extendido hasta puntos inimaginables.
El comercio exterior también sufrió la devastación. A mitad del Siglo 20 el país representaba el 3% del comercio mundial: hoy apenas el 0,15%. De haber mantenido aquella porción, hoy Argentina exportaría cerca de 600.000 millones de dólares, lo que dejaría obsoletas las discusiones sobre pobreza, indigencia y empleo.
El esquema cambiario, entre cepos y retenciones a las exportaciones, no es más que el gran resumen que valida toda la hostilidad de la mayoría que nos ha gobernado en contra el sector privado, el desarrollo y el respeto por la propiedad privada.
Difícil saber lo que viene por delante. La Argentina ha sido abandonada y cambiar su realidad necesitará la decisión de buena parte de la sociedad, de una política alineada detrás de los planes correctos en línea con la libertad, el trabajo y la productividad del sector privado y muy especialmente algo de paciencia en un país donde la gente ya no puede esperar más.
Escrito por Manuel Adorni
NA – Buenos Aires, Argentina
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