Mirador político: Un visitante flojo de papeles

Columna de opinión, por POR SERGIO CRIVELLI

El largo discurso de Alberto Fernández a la Asamblea Legislativa tuvo un destinatario exclusivo: Cristina Kirchner. Diputados y senadores oficiaron de simples testigos. El presidente optó por apaciguar a quien lo llevó al poder y reniega en privado desde que él anunció en público que pensaba someterse al escrutinio del FMI.

El presidente leyó un texto pactado y no improvisó ni una frase. Optó por aferrarse a su única fuente de poder disponible, cuando el peronismo se desgaja. Hubo muchas ausencias que llamaron la atención. De gobernadores y hasta de ministros como el del Interior y el de Seguridad.

La conducta presidencial se explica porque el sapo que le tocaba tragar a la vice era mucho más incómodo que el del propio presidente, responsable directo de la crisis económica y social. Ella debía pasar el mal momento que su hijo se ahorró pegando el faltazo. Si dejaba su silla vacía el gobierno hubiera entrado en picada.

En ese trance Fernández optó prudentemente por presentarse al parlamento sin el texto del acuerdo. Un jefe de Estado flojo de papeles que trató de exorcizar los demonios del ajuste con anuncios dudosos, por decir lo menos.

El mensaje presidencial ignoró sistemáticamente los hechos. Después de justificarse diciendo que el actual era el mejor acuerdo posible aseguró que bajará el déficit y simultáneamente aumentará el gasto público. O logró la cuadratura del círculo o se viene otro impuestazo. Más alternativas no quedan.

Prometió que no habrá “tarifazo”, pero también que las tarifas aumentarán por debajo de los salarios, que subieron en varios casos por encima del 50%. ¿Aumentarán el gas y la electricidad el 40?

Sostuvo que no habrá reforma previsional, pero al mismo tiempo que si alguna persona quiere trabajar más allá de los 65 años ninguna ley se lo va a impedir, lo que es equivalente a una extensión de la vida laboral “de facto”.

También reconoció que la Argentina debe “ordenar” su política monetaria y fiscal. Otro eufemismo sin precisiones que permitió a Cristina Kirchner mantener a su lado una sonrisa de “¿ven? ¿no es lo que yo les digo siempre?”.

Capítulo especial en sus intentos de hacer sonreir a la vice fueron los embates contra la justicia. En especial contra la Corte Suprema cuyos ministros parecía que oían llover cuando el presidente los criticaba.

Otra buena porción del mensaje presidencial estuvo dedicado a justificar los dos años que lleva de inacción frente a la crisis. Culpó de la situación local a la codicia del capitalismo financiero, a la guerra en Ucrania, a la pandemia, a la inflación global, a los empresarios que remarcan y al último régimen militar, a de la Rúa y a Macri.

También se quejó de que los opositores lo acusan injustamente de esgrimir “un decálogo de excusas” y en eso tiene razón: son mucho más de diez. En suma, para él ni el gobierno, ni el Estado son responsables de la actual situación que le hizo perder por paliza las últimas elecciones. ¿Qué habrá sido?

Pero el tramo más inexplicable fue el que le dedicó a los “logros” de su gestión que modestamente circunscribió a dos: la vacunación y la reactivación económica. Salteó previsiblemente el grueso error cometido con la vacuna rusa y describió una euforia que no todos detectan.

En ese último sentido admitió que “gran parte” de esos logros son “poco visibles” y alegó que los habían “invisibilizado”. ¿Quién habrá sido el perverso? Con seguridad los medio dominantes. Una combinación de fantasías y lugares comunes.

Párrafo aparte merece la oposición que se sumó al espectáculo con el abandono del recinto por parte del PRO. Fue el peor mensaje que podría haber mandado: el de la desunión. El filoperonismo de muchos de sus integrantes no podía haber quedado más expuesto.

Sergio Crivelli

 @CrivelliSergio

Fuente: La Prensa

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