“El próximo gobierno va a tener que hacer cosas que duelen”

En el primer semestre de 2024 el nuevo equipo económico tendrá que tomar medidas contundentes, destaca Juan Carlos De Pablo. Urge corregir las distorsiones. La dolarización, un tema secundario. Los empresarios quieren que no los “jodan”, enfatiza.

A Juan Carlos De Pablo le gusta explicar la economía en términos de conceptos, ideas, instrumentos y políticas. Por eso suele decir, irónico, que no sabe cómo muchos de sus colegas pueden pronosticar la inflación, el crecimiento del PBI o el aumento del pan aún con decimales.

A meses de cumplir los 80 años De Pablo puede jactarse de haber tomado un café con todos los ministros de Economía de las últimas décadas. De tanto andar sabe lo que piensan y lo que padecen quienes habitan el Palacio de Hacienda, pero también es consciente de qué es lo que necesitan los empresarios, sus habituales clientes.

Docente universitario, cuando habla prefiere los ejemplos concretos para que el argentino de a pie, aquel ajeno a las ciencias económicas, pueda comprender dónde estamos parados. En su último libro, Argentina 2024-2027. El desafío económico del próximo gobierno (Sudamericana), teje sugerencias y traza paralelismos históricos.

Aunque enemigo de las predicciones, De Pablo describe en un párrafo lo que tal vez tengamos que soportar en el primer semestre del año próximo, cuando otro presidente ocupe la Casa Rosada. “Cuando imagino el primer semestre de 2024, me viene a la cabeza el de 1959, cuando el presidente Frondizi tuvo que unificar el tipo de cambio, liberarlo, liberar casi todos los precios, generando una profunda recesión y la duplicación de estos últimos durante ese período. La historia nunca se repite calcada, pero este episodio debe estar muy presente”.

TEMORES

JC De Pablo dice y escribe que existen los empresarios que trabajan y los que están ocupados. Los primeros buscan que su empresa crezca, los segundos lidian con la burocracia. En la Argentina, resalta, están más ocupados que trabajando. Asegura también que los hombres de negocios le temen y mucho a los experimentos económicos.

“¿El punto cuál es? Vos tenés un colega amigo que dice: “Acá lo que hay que hacer es abrir la economía”. Y el empresario dice: “¿Sabés qué? Si la abrís mal vos escribís otro paper pero yo tengo que cerrar la fábrica”. Y el dirigente sindical dice: “¿Sabés qué? Si sale mal vos escribís otro paper pero yo le tengo que explicar a 200 compañeros que se tienen que ir a la casa”. Esta es la idea. Lo que le digo a mis colegas es, muchachos, hay razones objetivas por las cuales a nosotros no nos quieren. ¿Qué quiero decir con esto? Que tenemos que ser precisos en las presentaciones, en el diseño de la política económica. Que no podemos ignorar la historia, las instituciones, las circunstancias y todo lo demás”.

-Usted sostiene en el libro, tomando el ejemplo de abrir la economía, que esta medida sola no basta porque sería contraproducente para el empresario local. Y que se deben, al mismo tiempo, ensayar las reformas económicas para que la empresa sea competitiva frente al rival externo. ¿Esto podría realizarse?

-Vamos al ejemplo concreto: en Morón tenés una fábrica de arandelas. Tiene dos distorsiones, una a favor y otra en contra. La distorsión a favor es el arancel a las importaciones, y la distorsión en contra es un impuesto municipal a la energía eléctrica que usa para fabricar las arandelas. Entonces viene un tipo, abre la economía pero deja el impuesto, y te fundiste. Y no te tendrías que fundir. Lo que digo es que la apertura de la economía y la eliminación de las distorsiones internas hay que hacerlas al mismo tiempo. Y si no se puede hacer una, no se debe hacer tampoco la otra.

-Da la impresión que muchas veces no se maneja este concepto.

-Bueno, no sé. Por eso hay un pedazo del libro que está dirigido a mis colegas y hay otro pedazo del libro que está dirigido al público en general que tiene que entender cómo se hace y cómo se define una política económica. Una política económica parte de la política. El primer cliente es el presidente de la Nación, al cual hay que explicarle, convencerlo y tenerlo de tu lado en los conflictos que hay.

-En sus libros siempre destaca que un equipo económico se tiene que fijar tantos objetivos como instrumentos tenga para resolverlos. Hoy estamos en la recta final de un gobierno, ¿cuál cree que es el principal objetivo y cuántas herramientas tiene para alcanzarlo?

-Objetivo: llegar. Herramienta: hacerse los tontos. Flotar. Es lo que estamos viendo. A algunos periodistas les parece poco. Yo digo, en estas circunstancias esto no es poco. Argentina es un país presidencialista y personalista. Cuando el poder político está debilitado es muy difícil hacer la política económica. Los tres ejemplos que tenemos en la República Argentina en la segunda mitad del siglo XX son José María Guido, cuando lo reemplaza a Frondizi; María Estela Martínez de Perón cuando enviuda y Fernando De la Rúa. En ninguno de los casos, por más talento y conexiones del equipo económico, se pudo evitar la debilidad política.

-Este es un año electoral. Usted se refiere a los gobiernos que realizan las denominadas “medidas previas”, como pavimentar el camino para que el que sigue pueda implementar reformas. ¿Es factible esto?

-Esto de arreglen los líos para el próximo, ningún gobierno hace eso. Sí el tema de las medidas previas al programa anti inflacionario. No se puede encarar un programa anti inflacionario que dure si no se ponen los precios relativos en orden. Que es básicamente corregir las distorsiones. Lo que pasa es que las distorsiones hoy son tan grandes que las reformas que se tienen que hacer antes de empezar a hablar de bajar la tasa de inflación son fabulosas. El único ejemplo que tengo porque soy beneficiario es que yo vivo a 40 pesos por ómnibus de mi oficina u 800 pesos de taxi. Así que hay que multiplicar por cuatro la tarifa del ómnibus para empezar a hablar. Entonces, la discusión shock versus gradualismo no tiene mucho sentido. Si la distorsión es grandísima lo que aparece como shock es gradualismo.

-También recalca que los programas deben ser política y socialmente viables.

-Efectivamente. Por eso depende de quién gana, la convicción que tiene, el resto del programa. Imaginemos que el próximo presidente, el 10 de diciembre de 2023, cuando hace uso de la palabra en el Congreso después de jurar dice: “”Este es mi programa de gobierno: ajuste fiscal. Buenas tardes. Muchas gracias””. Es una pavada. El presidente tiene que dar esperanza, entusiasmo, explicar que el ajuste fiscal tiene que estar al servicio de la política económica y la política económica al servicio de la acción de gobierno. Todo eso hay que ponerlo adentro de un paquete. Inevitablemente habrá que corregir ese tipo de cosas como los precios relativos. Y sino tendremos más cortes, más Edesur y más inflación. Lo que no se puede hacer es realizar milagros.

-¿Cómo juega el factor tiempo? Hace unos días Horacio Rodríguez Larreta enfatizó que ya no existen los famosos 100 días de tolerancia para un gobierno sino que ahora son 100 horas.

-Evidentemente cuando en 1967 Krieger Vasena (Adalbert) se hace cargo del ministerio, corrían los primeros días de enero y él lanza el programa el 13 de marzo. Es un lujo que hoy debe ser más difícil darse. De cualquier manera se pueden hacer anuncios y no quiere decir que hay que implementarlos el mismo día. Lo que sí es claro es que hay prioridades, es decir hay cosas que deben ir antes que las otras.

-Leo en el libro cierta perspectiva sombría para el primer semestre de 2024. Lo emparenta con el inicio de la gestión de Arturo Frondizi.

-No sombrío, pero sí contundente. Frondizi arrancó el 1 de mayo del “58. Lo tenía al lado a Frigerio (Rogelio) que se encargaba de lo que hoy denominaríamos cuestiones estructurales como la batalla del petróleo, el acero, la industria automotriz, entre otras. Pero yo creo que si a Frigerio le preguntaban cómo viene la tasa de inflación del mes que viene, te miraba… Los siete meses de Frondizi en el “58 desde el punto de vista de la coyuntura fueron muy complicados. Entonces a fines de diciembre de ese año lanza un programa que unifica el mercado de cambio. Para tener una idea, el oficial estaba a 18 pesos y el paralelo a 70. Unifica, libera los tipos de cambio, libera los precios y no sé cuántas cosas más. En los primeros seis meses del “59 los precios se duplican. Después de la hiper del “89 todo parece una pavada, pero no lo era en ese momento. Hubo recesión, bombazos, huelgas y un montón de cosas más. Y después la cosa se fue calmando. No hago pronósticos pero ojalá esto sea más rápido y menos doloroso. Pero uno tiene que estar preparado para decir que el próximo gobierno como parte de las cosas va a tener que hacer cosas que duelen.

-También señala que Frondizi y Carlos Menem son dos presidentes que supieron leer lo que ocurría en el mundo y actuar en consecuencia. ¿Qué lectura debería hacer el próximo mandatario sobre el mundo que estamos viviendo ahora?

-El mundo es más complicado que el que vio Frondizi o que el que vio Menem. El de Menem surge después de la caída del Muro de Berlín. Cualquier análisis serio en la década del “90, desde el punto de vista internacional, parte la década en dos. Hasta el “94 todo a favor, pero en la segunda mitad tuvimos Tequila, crisis rusa, crisis asiática y devaluación de Brasil. Punto. Este mundo es más complicado que los anteriores.

-¿Habrá que redefinir alianzas?

-Lo primero es hacer una buena lectura. Dentro de eso hay que hacer una relación con el mundo, irán viendo. Pero esto de estar peleado con el mundo, de ser sólo amigo de Nicaragua, Venezuela y Cuba, es raro.

REFORMAS

-Tal vez a futuro haya que implementar reformas estructurales en la economía. En la década del “90, cuando se vislumbraba el programa de privatizaciones, ¿pensaban que el sindicalismo iba a tener una postura irreductible, combativa?

-El sindicalismo no tuvo ninguna postura irreductible porque el Turco (Menem) a los sindicatos les dijo: “Muchachos, yo voy a privatizar con ustedes o sin ustedes”. La respuesta fue: “Con nosotros, por favor”. Pero tuvo la viveza de darles el 10% del producto de la privatización a los empleados a través de un programa.

-¿Serían viables privatizaciones y reformas ahora?

-La primera cosa que hay que hacer es formular las cosas bien. Si van a decir “voy a vender Aerolíneas Argentinas al que venga”, no sé si es una buena idea. Ahora, los sindicalistas que yo conozco hacen un ejercicio que se llama Real Politik y se la pasan mirando a quién tienen enfrente. Cuando hay un gobierno con contundencia se puede hablar de una manera diferente. Para mí, según mi experiencia, lo que importan son los conocimientos específicos. Yo quiero proyectos de ley, decretos muy concretos en cada materia. Hechos por tipos que saben de qué están hablando. Y sobre esa base se convocará a los otros a que voten.

-¿Qué le dicen sus clientes, los empresarios, con respecto al clima de negocios en la actualidad?

-La principal preocupación que tienen hoy es conseguir dólares oficiales para comprar insumos importados. Y en segundo lugar conseguir determinada mano de obra porque las relaciones laborales han cambiado de una manera fenomenal. Cosas que ya se venían visualizando en los últimos años pero que han sido potenciadas por la pandemia/cuarentena. Que si el trabajo presencial, que si el horario… Es un nuevo mundo.

-En este escenario de déficit fiscal muchos proponen quitar impuestos. ¿Es factible? ¿Sería un estímulo para la actividad privada?

-Primero hay que actuar sobre el gasto porque sino no se puede hacer nada. Actuar sobre el gasto y luego también sobre los impuestos. Más que estímulo, a mí me dicen “hay que apoyar a los empresarios”. Yo los conozco. El verdadero empresario no quiere que lo apoyen, quiere que no lo jodan. Lo puedo documentar como consultor. La energía que el capo, los gerentes y los jefes de una empresa gastan en interpretar qué dijo la Anses, qué dijo la AFIP, ¿a vos qué te parece? van, vienen… Es una cosa fenomenal. Hay que bajarles los miedos, no darles subsidios. Bajarle los costos, bajarle los trámites para que el empresario se concentre en lo que tiene que concentrarse, que es qué quieren los consumidores, con qué tecnología lo hago, en qué andan los competidores. Hay que volver a eso.

La dolarización, en la mira

Quienes impulsan la dolarización de la economía destacan que el esquema inevitablemente termina por disciplinar las cuentas fiscales y fuerza un equilibrio ya que no se puede emitir moneda. Usted se muestra contrario a esta idea. ¿Por qué?

Lo que digo es que eso no es prioridad. Argentina tiene un sistema bimonetario. Si nosotros dos vamos a un bar y pedimos un cortado, y el mozo nos dice que sale 400 pesos, le damos 1 dólar y dice gracias. Cantó el precio en pesos, se lo pagaste en dólares y ya está. Tenemos un sistema bimonetario. Hay otras prioridades, eso es lo que estoy diciendo.

-También afirma en su libro que el esquema de coparticipación socava la iniciativa privada en las provincias. ¿Eliminaría el sistema o lo cambiaría?

-Hay que cambiarlo. Pero como se necesita la unanimidad de las provincias, es difícil. La reforma constitucional del “94 le había dado dos años de plazo y todavía estamos en veremos. No siendo un técnico y mucho menos un legislador, no sé bien cómo se hace. Pero hay una cosa elemental: hay provincias argentinas donde el sector privado es inviable porque no puede competir con los salarios públicos que paga la provincia no por esfuerzo propio sino por lo que recibe de coparticipación.

Gustavo García

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