Acuerdo con el FMI: derrota política sin alivio económico

Fernández apostó a una mejora de las expectativas, algo que no ocurrió. Al contrario la vice usó el entendimiento para abrir un segundo frente opositor. Continua el ajuste vía inflación

Después de más de dos años en la Casa Rosada Alberto Fernández llegó a un entendimiento con el FMI. Si era difícil entender las razones de la demora, en los pocos días que siguieron al acuerdo quedaron a la vista.

La defección ideológica del presidente evitó la cesación de pagos pero a un alto costo político interno. Cristina Kirchner  aprovechó el traspié para alejarse de la coalición que ella misma había creado, lo que empeoró las expectativas económicas que ya eran malas a causa de la mala gestión y la consiguiente debilidad del poder presidencial.

A la hora del balance lo único rescatable del acuerdo con el Fondo para el gobierno es la transitoria “pax cambiaria” generada por la estabilidad del dólar “blue”, que es consecuencia a su vez del refuerzo de las reservas y de las liquidaciones de los agroexportadores.

Con un gobierno partido y un presidente impotente para resolver el principal problema de quienes lo votaron, la inflación, no habrá inversiones, ni emprendimientos del sector privado. El estancamiento está garantizado.

Si a eso se suman los incipientes problemas energéticos y la restricción externa el panorama explica la deserción de la vice, que no es como la de “Chacho” Alvarez, porque ella tiene poder y lo sigue ejerciendo para sus propias batallas. En especial la que libra contra la Corte Suprema y otros sectores del Poder Judicial.

Esa fuga de CFK tuvo distintas derivaciones. Primero se tradujo en un torneo de chicanas en el que sobresale Máximo Kirchner, que fatiga cotidianamente los pasillos del Senado en busca de inspiración. El líder camporista no sólo abandonó el barco del gobierno, sino que ahora defiende a los piqueteros cuando someten al presidente a “aprietes”.

Pero el kirchnerismo no sólo apoya a los adversarios del presidente. También fogonea las expectativas negativas, como cuando el encargado de la política de precios profetiza que “esto se va a poner feo” y le echa la culpa al ministro de Economía.

Roberto Feletti es simultáneamente funcionario y crítico del poder que integra porque en el tablero de Fernández cada vez son menos los botones que funcionan cuando él los pulsa. Carece de imperio. Enfrentó a los piqueteros y perdió. Les dará un 50% de aumento en la tarjeta alimentaria después de que desquiciaron el tránsito porteño y amenazan que volverán a hacerlo.

También promete combatir la inflación y los sindicalistas y empresarios que se reúnen bajo su auspicio acuerdan hacerlo con mayor frecuencia para aumentar salarios lo que será un aporte inestimable a la carrera de precios. Así el gobierno sigue haciendo el ajuste real por inflación y, si mantiene el rumbo, terminará haciéndolo por hiperinflación.

Eso es lo que ve venir Feletti y por eso apunta contra Martín Guzmán.

Mientras los medios se entretienen con el torneo de chicanas hay sectores de la oposición que detectaron un fenómeno en pleno desarrollo: la inflación sin control tiene efectos electorales polarizadores. La grieta se afirma para el año que viene. Si todo se mantiene en los actuales carriles, habrá dos “modelos”: uno populista y otro antipopulista con un nulo espacio para el camino del medio, es decir, la rosca habitual de la corporación política.

Esto lo vio Horacio Rodríguez Larreta cuando reclamó que se quiten los planes a quienes cortan calles. Lo había visto antes Juan Zabaleta que amagó enfrentarse con los piqueteros, pero Rodríguez Larreta lo desalojó de ese espacio opositor y el ministro debió salir finalmente en defensa de las “organizaciones sociales”.

También ven venirse la polarización los radicales y algunos miembros del PRO (Morales, Frigerio, Monzó) que se reunieron con peronistas como Randazzo, Schiaretti, Urtubey para ampliar el espacio antipolarización dentro de Juntos por el Cambio (ver Visto y Oído). Los aparatos políticos pesan cada vez menos en los distritos favorables a la alianza opositora, por ejemplo, CABA y el primer cordón del conurbano, donde el fenómeno Milei crece con el agravamiento de la crisis.

Otro que lo ve venir es Mauricio Macri que sigue mejorando en las encuestas a medida que las condiciones económicas empeoran y las peleas en el gobierno se trasmiten por los medios como una competencia deportiva. El ex presidente no blanquea su candidatura pero tampoco la clausura de manera definitiva, aunque Patricia Bullrich interprete lo contrario. Se saca además fotos de campaña, como la que se tomó con el ex presidente norteamericano Donald Trump y se encargó de difundir por las redes.

Los opositores entraron prematuramente en carrera porque hay incertidumbre sobre el futuro de Fernández. Nadie plantea la preocupación en público por temor a ser calificado de golpista, pero el desgaste del presidente proviene de su fuente de poder y parece irreversible.

Sergio Crivelli @CrivelliSergio

La Prensa

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