El precio de no cambiar

Pequeños productores agropecuarios, pymes, individuos… Gran parte de la población, aún se niega a abordar la problemática ambiental y a hacer cambios en nuestro estilo de vida parasitario para volverlo sustentable (Ojo: que no el cambio climático, que es una masturbación compleja que excede nuestro entendimiento, hablo de cuidar los ríos, los mares, reducir plásticos, volver a los envases retornables, fomentar las energías renovables, hacer plantas de tratamientos de residuos, producir orgánico y limpio…).

¿Cuáles serán las consecuencias de empecinarnos en no cambiar y mejorar? Bueno, ya estamos viviendo algunas y otras están a la vuelta de la esquina: control total de los desplazamientos, ciudad de quince minutos, mayor concentración económica y de poder, autoritarismo creciente, despoblación violenta o simulada detrás de elaboradas estrategias de envenenamiento…

Yo creo que, entre seguir viviendo como parásitos fuera de control y desprovistos de consciencia o morir envenenados por unos o matándonos entre nosotros por el reparto de una torta tóxica cada vez más pequeña, hay formas de vivir focalizadas en el cuidado de la gente, la salud, la calidad de vida y en una democracia genuina, que perfectamente todavía podemos implementar.

Pero esta vez el liderazgo debe ser de abajo hacia arriba. Primero los individuos y las familias. Luego, aprovechar las oportunidades enormes en pueblos y ciudades pequeñas. Y, finalmente, no hay que desanimarse, porqué cuando se quiere de verdad, aún hay mucho por hacer a nivel de grandes ciudades y gobiernos.

Comprender que la crisis no es política, sino que es de consciencia y espiritual; si estos aspectos están debilitados y desprovistos de propósito, no hay solución política para una población que no sabe lo que quiere ni para que vive.

… bueno, salvo que el propósito sea comer pizzas, tomar helados, beber gaseosas, intoxicarnos con alcohol, viendo como acumulamos kilos y enfermedades a la par de la basura que generamos. ¡Ahí vamos fenomenal! Y nos hemos vuelto tan opas que siempre podemos encontrar la paz interior echándole la culpa a los pedos de las vacas en lugar de ver la necesidad de volver a formas productivas tradicionales y consumos racionales.

El cambio es inevitable; en mi opinión, todavía podemos gestionar si será inteligente y pensando en el bienestar de todos, o si seguiremos siendo espectadores impotentes y tristemente desmotivados como para dejar que lo hagan quienes nos trajeron hasta aquí transformando el planeta en un gran basurero y nuestros cuerpos en sus contenedores.

Pablo de la Iglesia

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